EL GUSTO POR LOS CACTUS


Desde la llegada de los españoles a América muchas cosas de la naturaleza americana sorprendieron y fascinaron a los europeos, entre ellas los cactus, que son plantas exclusivas de nuestro continente.
Una vez que las expediciones naturalísticas comenzaron a llevar cactáceas a Europa, allá comenzaron a crearse diferentes jardines botánicos y colecciones particulares destinadas a albergar estas interesantes y extraordinarias plantas.

Los ingleses, los españoles y los franceses fueron los primeros en interesarse en estudiar y coleccionar las cactáceas; sin embargo, para el siglo XIX se incrementó el interés por el estudio de esta familia botánica y comenzaron a aparecer los cactólogos y coleccionistas alemanes, austriacos y suizos, entre otros.

Muchos de estos botánicos viajaron a América y en particular a México y describieron para la ciencia un gran número de nuestras cactáceas, entre las que destacan por su interés las especies globosas y toneliformes, principalmente géneros como Mammiillaria, Astrophytum, Coryphantha y Echinocactus.

La tradición cactólogica europea continuó y se acrecentó durante el siglo XX y desde entonces, cada año los exploradores europeos visitan nuestro país y otros países de Sudamérica en busca de acrecentar sus conocimientos, sus colecciones particulares, sus acervos fotográficos y sobre todo, enriquecer sus bases de datos con información sobre localidades, variedades, rangos de distribución y hábitats.

En México el interés por conocer, conservar y coleccionar las especies de la familia cactácea es un gusto poco generalizado, pero que tiende a incrementar, sobre todo entre los pobladores urbanos, mientras que entre la población rural existe cierto desprecio por la mayoría de las especies que conforman la flora cactológica de cada localidad.

En el medio rural mexicano se valoran las especies comestibles como los nopales y las biznagas, pero existe poca conciencia de la necesidad de repoblar o de cultivar las especies de lento crecimiento.