El jardín de mis espinas

Espinas

Ya que lo preguntas, sí. Tus espinas me sofocan. Ya no me importa si brillan con el sol, si no las hay en ninguna otra parte del mundo o si se extinguen si no las abrazo.

Escaparé de tu desierto de calizas secas, para refugiarme en una selva de dosel arreobaldo, tan oscura y tan húmeda que rezuma gotas de sudor sobre mi pecho, tan ardiente que incinere tu recuerdo.

Pero soy cobarde, y en lugar de ello me reviento contra tu cuerpo una vez más, como el alcaudón revienta sus presas sobre los cardos.

Tus espinas me sofocan, porque yo nací de ellas. 

AGUA NIEVE

Lluvia capturada por mi telaraña,
diamantes para mis espinas doradas,
mundos inescrutables,
suspendidos en los hilos de seda de la nada.

Espinas como flores y flores como lágrimas

Alguna vez me dijeron que las espinas de los cactus son lágrimas, lágrimas que he de llorar o han de llorar los que conmigo están.
Si las espinas de mis cactos son mis lágrimas, son entonces el llanto que no he de llorar jamás, pues ya lo han acogido en su red, y en flores lo ha de trastocar para darme a cambio su felicidad.

Este mito de las espinas por lágrimas proviene, según me dijeron, de la mitología oriental, de donde no hay cactus nativos. ¿Qué han de saber allá de mis espinas?

Oídos sordos a los mitos sobre los cactus.